Nuestras
emociones se manifiestan en nuestro cuerpo.
Por lo
tanto, para aprender a detectarlas, necesitamos prestar atención a nuestras
sensaciones físicas.
El primer
paso es, simplemente, poner atención a cada parte de nuestro cuerpo y ver qué
está sucediendo.
¿Tenemos
tensión o alguna molestia en algún lado?
¿Estamos
sudando, sin motivo aparente?
¿Tenemos
las manos más frías que siempre y no hace frío?
¿Estamos
cansados, sin ninguna razón que lo justifique? Etc.
También
podemos identificar nuestras emociones, observando nuestra conducta y los
comentarios que nos hace la gente.
¿Nos da
flojera hacer las cosas que tenemos que hacer?
¿Estamos
sobrecargados de cosas y actividades y algunas o muchas, no son tan necesarias?
¿La gente
nos pregunta que nos pasa, si estamos enojados o por qué estamos tristes? Etc.
El
siguiente ejercicio, te puede ayudar a tomar mayor consciencia de tu cuerpo.
Cierra tus
ojos y recorre con tu mente, lentamente, todo tu cuerpo.
A medida
que vayas pasando por cada, parte describe que es lo que sientes o percibes.
Por
ejemplo:
Mis pies
están cruzados, los siento fríos, mi mano derecha está sobre la izquierda, al
respirar siento… etc.
Hazlo sin
calificar si está bien o mal, ni calificarte a ti, por lo que haces o cómo lo
haces.
Ahora, Con
los ojos cerrados imagínate o piensa que estás haciendo algo que no te gusta,
que te molesta.
Piensa en
todos los detalles y movimientos que necesitas hacer, para llevar a cabo esa
actividad.
Concéntrate
en ellos.
Después de
unos minutos, vuelve a recorrer tu cuerpo, con tu mente y nota que sensaciones
tienes en las diferentes partes del cuerpo.
¿Cómo te
está diciendo el cuerpo, que no le gusta esa imagen?
Ahora
piensa en algo muy, muy agradable.
En alguna
actividad que disfrutes, unas vacaciones o cualquier otra cosa que haya sido
muy placentero.
Concéntrate
en recordar la mayor cantidad de detalles posibles y disfruta de ese recuerdo.
Luego
revisa nuevamente todo tu cuerpo y ve que diferencias encuentras.
Si te
cuesta trabajo hacer este ejercicio, pídele a alguien de confianza, que te vaya
dando las instrucciones o grábalas, pero dándote el tiempo suficiente, tanto
para pensar en cada situación, como para recorrer tu cuerpo y detectar los
cambios.
Recuerda
que no puedes cambiar un hábito o actitud de muchos años, en unas cuantas
semanas.
Necesitas
practicar, equivocarte, corregir y seguir practicando.
Pero vale la pena.



Comentarios
Publicar un comentario