La
tolerancia es la capacidad de conceder la misma importancia a la forma de ser,
de pensar y de vivir de los demás y a la de nosotros mismos.
Si
comprendemos que nuestras creencias y costumbres no son ni mejores ni peores
que las de otras personas, sino simplemente distintas, estaremos respetando a
los demás.
No es
preciso compartir una opinión para ser capaz de considerarla tan válida como
cualquier otra. Lo que hace falta es tratar de ponerse en el lugar de los
otros.
Desde cada
perspectiva, las cosas se perciben de una manera distinta. Por eso, es muy
válido y enriquecedor analizar en grupo una situación, escuchando la opinión de
cada miembro del mismo.
Algunas
veces, a lo largo de la historia se pueden ver ejemplos de personas cuyas
formas de actuar nacen precisamente de la falta de respeto hacia los demás.
Dejar pasar actitudes desconsideradas e injustas, es una manera indirecta de no
respetar a quien las sufre. Por eso, ser tolerante es también definirse, dar un
paso al frente, hacer una opción por la justicia y la paz.
Así como el
jardinero reconoce las características de cada variedad de semilla y prepara el
suelo de forma adecuada para cada una, una persona tolerante respeta la
singularidad de cada persona. Una persona tolerante atrae a otra diferente
mediante el entendimiento y una mentalidad abierta; y aceptándola y
acomodándola de manera genuina, muestra su tolerancia de una forma práctica. En
consecuencia, las relaciones florecen.
La semilla
de la tolerancia, el amor, se planta con compasión y cuidado. Cuanto más afectuoso
se vuelve uno y más comparte ese amor, mayor es la fuerza en ese amor. Cuando
hay carencia de amor, hay falta de tolerancia.
Los que
tienen el poder de ser tolerantes no permiten que las vibraciones negativas
externas nublen sus mentes con dudas y descontento. Pueden ver las cosas
realmente como son —no como aparentan ser— y realizar las acciones necesarias.
En ciertos
niveles para todos, y para unos más que para otros, la tolerancia se convierte
en el poder indispensable para sobrellevar las situaciones, pues desarrollan la
habilidad de adaptarse y tomar decisiones acertadas acerca de los problemas de
la vida diaria.
“Tolerancia
no es hacer concesiones, pero tampoco es indiferencia. Tolerancia es conocer al
otro. Es el respeto mutuo mediante el entendimiento mutuo. Debemos abandonar
los viejos mitos y aplicar el resultado de los estudios realizados
recientemente: el hombre no es violento por naturaleza. La intolerancia no es
parte de ‘nuestros genes’. El miedo y la ignorancia son las raíces que causan
la intolerancia y sus patrones pueden imprimirse en la psique humana desde muy
temprana edad”. Sr. Federico Mayor Zaragoza, Director General de la
UNESCO, 1995.
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