La mejor
vendedora del mundo no tiene el menor inconveniente en que digan que es una
niña.
Eso se debe
a que, desde que tenía trece años, Markita Andrews ha ganado más de ochenta mil
dólares vendiendo galletas.
A fuerza de
ir de puerta en puerta después de la escuela, una chiquilla angustiosamente
tímida se transformó en asombrosamente extravertida cuando descubrió, a los
trece años, el secreto de las ventas.
Su historia
empieza con un deseo, un deseo al rojo vivo.
El sueño de
Markita y de su madre, que trabajaba como camarera en Nueva York después de que
su marido la abandonara cuando la niña tenía ocho años, era viajar por todo el
mundo.
Trabajaré
lo que sea necesario para que puedas ir a la universidad —dijo un día la
madre—. Y cuando te gradúes, tú ganarás suficiente dinero para que las dos
podamos viajar por todo el mundo, ¿de acuerdo?
De modo que
cuando Markita, a los trece años, leyó en su revista de las Niñas Exploradoras
que la exploradora que vendiera más galletas ganaría un viaje alrededor del
mundo para dos personas, con todos los gastos pagados, decidió vender todas las
galletas que pudiera... más de las que nadie hubiera vendido jamás en el mundo.
Pero con el
deseo solamente no basta y Markita sabía que si quería que su sueño se volviera
realidad necesitaba tener un plan.
Has de ir
siempre vestida de forma adecuada, como una profesional —le aconsejó su tía—.
Cuando
estés vendiendo galletas, has de vestir como corresponde, con tu uniforme de
Niña Exploradora. Cuando vayas a visitar a la gente en una casa de
apartamentos, a media tarde y especialmente los viernes por la noche, pídeles
que te hagan un encargo importante. Sonríe siempre y sé siempre amable, no
importa si te compran o no. No les pidas que te compren galletas, sino que
hagan una inversión.
Muchas
otras Niñas Exploradoras debieron querer hacer ese viaje alrededor del mundo y
muchas debieron hacer un plan, pero sólo Markita salió con su uniforme todos
los días después de clase, dispuesta a pedir y a seguir pidiendo que la gente
invirtiera en su sueño.
Hola,
buenos días. Ayúdeme a realizar mi sueño. Estoy vendiendo las galletas que
preparan las Niñas Exploradoras para reunir fondos para que mi madre y yo
podamos hacer un viaje alrededor del mundo —decía al llamar a la puerta—. ¿No
querría comprar una o dos docenas de cajas de galletas?
Ese año
Markita vendió tres mil quinientas veintiséis cajas de galletas de las Niñas
Exploradoras y ganó un viaje alrededor del mundo. Desde entonces ha vendido más
de cuarenta y dos mil cajas de galletas, ha participado en convenciones de
ventas a lo largo y ancho de los Estados Unidos, ha sido la estrella de una
película de los estudios Disney sobre su propia aventura y ha sido coautora del
best seller Cómo vender más galletas, Cadillacs, ordenadores... y cualquier
otra cosa.
Markita no
es más lista ni extravertida que otros miles de personas, jóvenes y viejas, con
sueños propios. La diferencia está en que Markita ha descubierto el secreto de
las ventas: pedir, pedir, pedir. Hay mucha gente que fracasa sin haber
empezado, porque ni siquiera consigue pedir lo que quiere. El miedo al rechazo
nos conduce, no importa qué vendamos, a rechazarnos y a rechazar nuestros
propios sueños, mucho antes de que nadie más haya tenido
oportunidad
de hacerlo.
Y todo el
mundo está vendiendo algo.
Todos los
días uno se está vendiendo a sí mismo, a su maestro, a su jefe, a las personas
nuevas que va conociendo —dijo Markita a los catorce años—. Mi madre es
camarera y se pasa el día vendiendo bocadillos. Los alcaldes y los presidentes
que tratan de conseguir votos se están vendiendo a sí mismos... Una de mis
maestras favoritas era la señora Chapín, que convertía la geografía en algo
interesante y eso, en realidad, es vender. Yo veo ventas por dondequiera
que mire.
Vender forma parte de la vida de todo el mundo.
Una vez, en
un programa de televisión en directo, el productor decidió poner a Markita ante
su desafío de ventas más duro. Le pidió que vendiera galletas de las Niñas
Exploradoras a otro invitado al programa. —¿No
quisiera comprar una o dos docenas de galletas de las Niñas Exploradoras? —le
preguntó ella sin más ni más.
¿Quieres
que yo te compre galletitas de las Niñas Exploradoras? —se burló el hombre—.
¡Yo soy guardián de la Penitenciaría Federal, y todas las noches me ocupo de
que dos mil ladrones, violadores, criminales, contrabandistas y otros
delincuentes se vayan a acostar a la hora debida!
Inmediatamente,
sin dejarse impresionar, Markita le respondió:
Señor, tal
vez si usted probara una de estas galletas no sería tan mezquino, quisquilloso
y malvado. Además, me parece que sería una excelente idea que les llevara
también algunas a cada uno de sus dos mil prisioneros, ¿sabe? —le sugirió
finalmente.
El guardián
de la penitenciaría le firmó un cheque.

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