¿El haber
descubierto una mentira? ¿O el haber vivido desde un principio engañado y
traicionado? ¿Qué es lo más apropiado? ¿Desahogar lo que sentimos así sea dando
gritos al cielo… o sencillamente escribiendo? Lo más indicado es desahogar lo
que sentimos y no guardarlo dentro de nuestro corazón. ¿Qué se siente cuando
después de haber puesto nuestra confianza en alguien, nos damos cuenta que nada
era lo que parecía ser, que la distancia fue aliada de la mentira y que
ayudaba… a ocultar una traición? Si, es correcto… quizás una historia muy común
y triste pero verdadera y que sigue pasando muy seguido. Tal parece que vivimos
en un mundo donde muchas de las personas están acostumbradas a engañar a otros
de una manera tan fácil… un mundo donde los seres humanos mienten por porque
si; por gusto, placer, necesidad, miedo, o simplemente por crueldad… cabe
recalcar que las mentiras se descubren tarde o temprano, sobre todo, aquellas
que se usan para lastimar.
Estamos rodeados de tanta falsedad, que cuando
encontramos por fin a alguien que nos habla con la verdad lo dejamos escapar…
¿por qué? Por que como seres humanos que somos nunca estamos conformes con lo
que tenemos y pedimos más de lo que muchas veces nos merecemos… es eso mismo lo
que nos hace cometer errores y actuar de una manera equivocada. En otras
ocasiones, nos sentimos tan seguros de lo que tenemos hasta que lo perdemos, no
sabemos cuánto amamos y apreciamos a alguien hasta que el grito de su ausencia
recorre nuestro interior, hasta el día que nos levantamos pensando que todo
sigue igual… y de pronto nos damos cuenta que todo cambio.
En un
principio quise dedicar este escrito a “ella” y la conoceremos como “ella”… no
porque me duela recordar su nombre si no porque no merece su nombre formar
parte de este escrito. Quiero dedicar este artículo a todas esas personas a las
cuales mi nefasta experiencia, pueda servirles de ayuda y de manera muy
especial, a todas esas otras que me aconsejaron, que me ayudaron y que lo
siguen haciendo para que yo pueda asimilar lo que he vivido. Todas esas
personas saben quiénes son… y ella… también sabe quien es.
“Ella”,
ella quien no supo valorar lo que tenia… ella que quizás fue guiada por su
falta de experiencia, malos ejemplos… o simplemente no supo dar a otros lo que
jamás recibió: amor. Ella que quizás fue conquistada por una nueva ilusión,
ella que quizás se dejo llevar por un nuevo amor, ella que lo único que
consiguió fue que aquel corazón que solo sabia querer, que solo sabía de amor,
ahora también… sabe de dolor… y rencor. Este artículo fue escrito por alguien,
alguien que se enamoro. Alguien que hizo lo imposible para seguir lo que le
dictaba su corazón, alguien que creyó ciegamente en aquellas dulces palabras de
amor… alguien… alguien que se cuestionaba una y otra vez que era lo que había
hecho mal para poder remediarlo. Alguien… alguien que llego hasta la locura de
culpar a Dios.
Alguien,
alguien quien se enamoro.
Una experiencia que me enseño muchas cosas en tan poco tiempo, con la
cual aprendí a escuchar mejor a mis padres y a las personas, no precisamente a
darles la razón pero si al menos a escucharlos. Una historia que me enseño a
entender mejor a la juventud y también que es más fácil olvidar un engaño que
un verdadero amor. Ahora le doy fin a esta historia queriendo rehacer mi vida,
dando lo mejor de mí, ayudando a quienes más me necesitan, tratando de no
guardar rencor y sobre todo, asimilando una falsa y dolorosa ilusión ya que
amor, amor no pudo ser… porque el amor es confianza, es entrega total,
felicidad y sobre todo… el amor es de dos.

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