¿Qué harías
si, a los cuarenta y seis años, te quedaras desfigurado hasta lo irreconocible
por un terrible accidente de moto y, cuatro años después, como consecuencia de
un accidente de aviación, te vieras paralítico de cintura para abajo? ¿Puedes
imaginarte, entonces, siendo millonario, un orador público reconocido, un feliz
recién casado que, además, triunfa en el mundo de los negocios? ¿Cómo verías la
probabilidad de convertirte en un practicante de deportes de riesgo o en un
candidato a un cargo político?
W. Mitchell
ha hecho todas esas cosas, y muchas más, después de que dos accidentes
horribles le dejaran la cara como una colcha de injertos de piel, las manos sin
dedos y las piernas descarnadas e inmóviles en una silla de ruedas.
Las
dieciséis operaciones a que se sometió después de quemarse más del sesenta y
cinco por ciento del cuerpo en el accidente de moto, lo dejaron sin poder
utilizar un tenedor, marcar un número de teléfono o ir al lavabo sin ayuda.
Pero Mitchell, antes infante de marina, no se dio jamás por vencido.
El que
está a cargo de mi nave espacial soy yo —decía—. Soy el que llevo los mandos.
El que sube y baja soy yo. Yo puedo decidir si veo mi situación como una
desventaja o como un punto de partida.
Seis meses
después estaba nuevamente pilotando un avión.
Se compró
una casa de estilo Victoriano en Colorado, un poco de tierra, un avión y un
bar. Más tarde, junto con dos amigos, fundó un equipo para crear una empresa
que fabricaba estufas de leña y que llegó a ser la segunda empresa privada del
estado de Vermont y a dar empleo a gran cantidad de personas.
Cuatro años
después del accidente de moto, el avión que pilotaba Mitchell se estrelló
contra la pista durante el despegue, aplastándole las doce vértebras dorsales y
dejándole como secuela una parálisis permanente de cintura para abajo.
Aquello me
dejó pensando qué demonios me pasaba. ¿Qué había hecho yo para merecer todo
eso?
Impertérrito,
Mitchell trabajó día y noche para recuperar toda la independencia posible. Lo
eligieron alcalde de Crestsed Butte, Colorado, para salvar al pueblo de la
explotación minera que terminaría por arruinarlo desde el punto de vista
estético y ecológico. Posteriormente, se presentó como candidatoal Congreso,
para lo cual sacó partido de sus desventajas proclamando, por ejemplo, que no
era uno de los muchos políticos con buen aspecto.
A pesar de
la impresión inicial que producía su aspecto y sus problemas físicos, Mitchell
empezó a practicar vela, se enamoró y se casó, estudió hasta conseguir un
título de administrador público y continuó volando sin dejar tampoco de
mantener su actividad en relación con el medio ambiente ni de hablar en
público.
Su fuerte
actitud mental positiva le ha dado ocasión de aparecer en diversas programas de
radio y televisión en los Estados Unidos, y de publicar editoriales y artículos
de fondo en publicaciones como Parade, Time, The New York Times y otras.
Antes de
quedarme paralítico, había diez mil cosas que no podía hacer dice Mitchell,
y ahora hay nueve mil. Puedo elegir entre quedarme pensando en las mil que
perdí o concentrarme en las nueve mil que me quedan. Siempre le digo a la gente
que he recibido dos grandes golpes en la vida y que si opto por no usarlos como
excusas para abandonar, entonces tal vez pueda mirar desde otro ángulo las
cosas que están queriendo desanimarme. Siempre se puede dar un paso atrás,
tener una visión más amplia y terminar diciéndose que tal vez las cosas no sean
tan graves.

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