Persistiré hasta alcanzar el éxito.
En el Oriente los toros jóvenes son puestos a prueba en
cierta forma para la corrida en la plaza. Estos toros son traídos a la plaza y
se les deja atacar al picador que los pica con una lanza. La bravura de cada
toro se calcula entonces con cuidado, según las veces que demostró su
disposición de embestir a pesar de la picadura de la lanza. De aquí en adelante
reconoceré que todos los días la vida me pone a prueba en igual forma. Si
persisto, si sigo probando, si continúo embistiendo, alcanzaré el éxito.
Persistiré hasta alcanzar el éxito.
En este mundo no nací en derrota, ni el fracaso corre por
mis venas. No soy una oveja que espera ser aguijoneada por el pastor. Soy un
león y me niego a hablar, a caminar o a dormir con las ovejas. Me abstendré de
escuchar a aquellos que lloran y se quejan, porque la enfermedad es contagiosa.
Que ellos se unan a las ovejas. El matadero del fracaso no es mi destino.
Persistiré hasta alcanzar el éxito.
Los premios de la vida se encuentran al final de cada
jornada, y no cerca del comienzo, y no me corresponde a mí saber cuántos pasos
son necesarios a fin de alcanzar mi meta. Puede aún sobrecogerme el fracaso al
dar mi milésimo paso, y sin embargo quizá el éxito se oculte detrás del
siguiente recodo del camino. Jamás sabré cuan cerca estoy del éxito a menos que
doble la curva.
Siempre daré un paso más. Si ése no es suficiente daré otro
y aún otro. En realidad, un paso por vez no es muy difícil.
Persistiré hasta alcanzar el éxito.
De aquí en adelante consideraré el esfuerzo de cada día como
un golpe de la hoja del hacha contra un poderoso roble. El primer golpe quizá
ni cause temblor en el árbol, ni el segundo ni el tercero. Cada golpe en sí
mismo quizá sea insignificante y al parecer sin consecuencia. Y sin embargo
como resultado de golpes endebles, el roble finalmente se tumbará. Y así será
con mis esfuerzos de hoy.
Se me comparará con las gotas de lluvia que finalmente se
llevan la montaña; la hormiga que devora al tigre; la estrella que ilumina la
tierra; el esclavo que construye una pirámide. Edificaré mi castillo usando un
ladrillo por vez porque yo sé que los pequeños intentos, repetidos, completarán
cualquier empresa.
Persistiré hasta alcanzar el éxito.
Jamás aceptaré la derrota y borraré de mi vocabulario
palabras o frases como abandono, no puedo, imposible, irrealizable, improbable,
fracaso, impráctico, sin esperanzas y retirada; porque son palabras de necios.
Huiré de la desesperación, pero si esta enfermedad de la mente me atacara,
seguiría trabajando en medio de la desesperación. Trabajaré y aguantaré. Pasaré
por alto los obstáculos que se yerguen a mis pies, y mantendré los ojos fijos
en las metas por encima de mi cabeza, porque sé que donde termina el árido
desierto, crece la verde vegetación.
Persistiré hasta alcanzar el éxito.
Recordaré la antiquísima ley de los promedios y la adaptaré
para mi beneficio. Persistiré con la convicción de que cada vez que fracase en
una venta, aumentarán las posibilidades de éxito en la tentativa siguiente.
Toda vez que escuche un no, me aproximará al sonido de un sí. Toda vez que me
encuentre con una mirada de desaprobación recordaré que sólo me prepara para la
sonrisa que hallaré después. Cada desventura que me sobrevenga contendrá en sí
la semilla de la buena suerte del mañana. Debo contemplar la noche para
apreciar el día. Debo fracasar con frecuencia para tener éxito una sola vez.
Persistiré hasta alcanzar el éxito.
Persistiré, persistiré y persistiré de nuevo. Cada obstáculo
que se me presente, lo consideraré como un mero rodeo en el camino que me lleva
a la meta, y un desafío a mi profesión. Persistiré y desarrollaré mis
habilidades como el marino desarrolla las suyas, aprendiendo a dominar la furia
de cada tormenta.
Persistiré hasta alcanzar el éxito.
De aquí en adelante, aprenderé y aplicaré otro secreto de
aquellos que sobresalen en su trabajo. Cuando haya terminado el día, sin tener
en cuenta si ha sido un éxito o fracaso, procuraré realizar una venta más.
Cuando mis pensamientos inviten a mi cansado cuerpo a retornar a la casa,
resistiré la tentación de hacerlo. Trataré de realizar una venta más. Haré un
intento más de cerrar el día con una victoria, y si ese intento fracasa haré
otro. No permitiré jamás que ningún día termine en fracaso. De esta manera
plantaré la semilla del éxito del mañana y lograré una ventaja insuperable
sobre aquellos que cesan de trabajar a una hora prescrita. Cuando otros ponen
fin a la lucha, la mía habrá comenzado, y mi cosecha será amplia.
Persistiré hasta alcanzar el éxito.
No permitiré tampoco que los éxitos del ayer me hagan caer
en el sopor de la complacencia del hoy, puesto que ésta es el gran fundamento
del fracaso. Me olvidaré de los acontecimientos del día que ha pasado, ya
fuesen buenos o malos, y saludaré el nuevo día con confianza de que éste será el
mejor día de mi vida.
Mientras
haya hálito en mí, persistiré. Porque ahora sé uno de los grandes
principios del éxito; si persisto lo suficiente alcanzaré la victoria.

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